Un recorrido por los paisajes culturales de Colombia y Costa Rica: escenarios para la gestión y planificación del territorio

Cuando se habla de un paisaje cultural, se hace referencia a una porción del territorio que expresa, a través de su configuración, una serie de eventos y procesos de carácter social, económico, cultural y político concebidos en un momento histórico, a partir de la relación del ser humano con el ambiente.


Así lo plantea la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés) al determinar que los paisajes culturales son el reflejo de la evolución de la sociedad humana y sus asentamientos a lo largo del tiempo; los cuales han estado limitados por un lado, a las condiciones físicas que presenta su entorno natural y por otro, a las sucesivas fuerzas sociales, económicas y culturales, tanto externas como internas (UNESCO, 2005). Asimismo, la UNESCO en el Artículo 1 de la Convención del Patrimonio Mundial, define Patrimonio Cultural como todos aquellos lugares que son obras del ser humano o generados en conjunto por el ser humano y la naturaleza así como todas aquellas zonas que tengan un Valor Universal Excepcional desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico (UNESCO, 2005) proporcionando una idea de patrimonio muy innovadora para proteger los paisajes. Con esta decisión la Convención se transformó en el primer instrumento jurídico internacional para identificar, proteger, conservar y legar a las generaciones futuras los paisajes culturales.

Desde esta perspectiva, la transformación del paisaje natural surge a partir de la proyección cultural que posee una sociedad. Estableciendo con esto, un nuevo paisaje; el cual se distingue por formas de construcción, tipos y técnicas de cultivo, actividades productivas, valores, sentimientos y comportamientos, elementos que a su vez conforman la identidad de ese paisaje cultural (Nogué, 2007).

Buscando entender y ampliar este concepto, se seleccionaron dos estudios de caso: el Paisaje Cultural Cafetero de Colombia (PCCC) y Paisaje Cultural Turrialbeño (PCT), que permitirán ilustrar criterios, retos y oportunidades, de estos paisajes, su gestión y planificación, en escenarios de permanente cambio.

Las preguntas de investigación abordadas a lo largo de este documento fueron: ¿Qué papel tienen los paisajes culturales como escenarios de gestión y planificación del territorio?; ¿Qué elementos  se incorporan en los paisajes Culturales para el caso de Costa Rica y el de Colombia?; ¿Qué retos y oportunidades enfrentan estas unidades de gestión bajo la realidad territorial de cada país?

Exposición de contenidos

Buscado analizar de manera aplicada los elementos de un paisaje cultural, se tomaron dos casos de estudio, para los cuales se consideró una descripción de su localización; el objeto de interés; los criterios para ser definidos como un paisaje cultural; los beneficios de estas figuras de manejo para cada país y los retos que enfrentan. Lo anterior permite por un lado, conocer diferentes experiencias de gestión para Colombia y Costa Rica, y reconocer las diferentes medidas de manejo y apropiación del territorio para paisajes culturales en construcción y ya consolidados.


EL PAISAJE CULTURAL CAFETERO COLOMBIANO – PCCC: GESTIÓN INTEGRAL DE UN PATRIMONIO VIVO

Para Colombia la cultura cafetera ocupa un lugar protagónico en el desarrollo social y económico del país; como actividad productiva insignia, desde el siglo XIX, ha plasmado un modo de cultivo y poblamiento, alrededor de este producto, que ha influenciado todos los aspectos de la vida de poblaciones rurales en cuatro departamentos: Caldas, Quindío, Risaralda y Valle del Cauca, con una extensión cercana a 143 mil hectáreas.

En esta región, sobresale el arraigo de la cultura cafetera, plasmada en los trazados de los cultivos que cubren sus montañas, así como en el urbanismo y arquitectura de sus pueblos, testimonio de la adaptación de los primeros pobladores de la región a unas condiciones topográficas especiales. La cultura cafetera se evidencia también en las diversas y ricas manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial, tales como la gastronomía, la música, los mitos y leyendas, los oficios tradicionales, etc.

Si bien la zona cafetera del país tiene un área mucho mayor, la zona en donde se localiza el PCCC presenta unas condiciones particulares y un nivel de consistencia en el paisaje que difícilmente se presenta en el resto de las zonas productoras de Colombia.

El instrumento de protección, planeación y gestión del PCCC es el Plan de Manejo, el cual establece las condiciones de conservación y desarrollo, teniendo en cuenta que es un paisaje vivo y dinámico. Sin embargo, existe una variedad de amenazas y riesgos, que podrían afectar la sostenibilidad del PCCC. Por tratarse de un paisaje productivo, la mayoría de los factores que afectan al PCCC están asociados con presiones atribuidas al desarrollo: (i) Ciclos de precio y tasa de cambio que pueden afectar la rentabilidad de la actividad; (ii) Bajo relevo generacional de los productores cafeteros; (iii) Pérdida de saberes y técnicas constructivas tradicionales; (iv) Rentabilidad de usos alternos como el turismo. Frente a presiones socio-ambientales, se destacan: (i) contaminación de recursos naturales y la pérdida de microcuencas y de fuentes de agua para los cultivos; (ii) Desastres naturales; (iii) Presiones generadas por otras actividades como el turismo que desplazan a la actividad agrícola.

PAISAJE CULTURAL TURRIALBEÑO – PCT: UN EJEMPLO DE LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO COSTARRICENSE

A nivel costarricense se ha implementado un conjunto de estrategias dirigidas al rescate, protección y fortalecimiento de recursos paisajísticos que expresan la relación entre el ser humano y su medio; donde son las comunidades quienes se encargan de gestionar estos espacios con el apoyo de distintas organizaciones, tanto gubernamentales como privadas. Esta dinámica es ejemplificada a través del PCT, dentro del cual están contenidos dos paisajes distintos pero complementarios: el Monumento Nacional Guayabo y la Ruta del Queso Turrialba (RQT), ambas circunscritas en el cantón Turrialba, provincia Cartago.

En primera instancia, la RQT  se constituye como un paisaje con gran dinamismo por su función agropecuaria y por la incorporación de distintas comunidades locales. Es lo que se conoce, a nivel general como una ruta alimentaria, la cual funciona como una oportunidad de apreciar los elementos culturales que posee un paisaje. Estas, al igual que en otros sectores del mundo, forman parte de una serie de estrategias pensadas para fortalecer el desarrollo local, principalmente en zonas rurales.

El agroturismo junto con las rutas alimentarias, constituyen dos modalidades de turismo que en los últimos años se han ido implementando como complemento y valor agregado a las producciones agroalimentarias realizadas por pequeños productores (Blanco & Riveros, 2004). En especial, concentra su interés en aquellos procesos generados de forma artesanal.

La RQT es una muestra de lo mencionado. Esta es el resultado de una serie de esfuerzos conjuntos entre productores locales de leche y queso junto con el Programa Cooperativo de Desarrollo Rural para América Latina y el Caribe (PRODAR-IICA) y la ONG ARTESIAL (Álvarez, 2008), como parte del fortalecimiento del agroturismo y el desarrollo local en la zona.

La denominación de origen del Queso Turrialba, solicitada desde el año 2008 y recientemente aprobada, resulta el primer producto lácteo de Centroamérica en obtener la aprobación como Denominación de Origen (DO), otorgada por el Registro de Propiedad Industrial. De esta manera, el área delimitada autorizada para producción de leche y para la fabricación del “Queso Turrialba”, la constituye la región en que histórica y tradicionalmente se ha fabricado el producto, ubicada en las faldas del volcán Turrialba: Santa Cruz y Santa Teresita del cantón Turrialba (Granados & Álvarez, 2008). La fabricación de este queso, se realiza por medio de una técnica artesanal que ha sido empleada durante más de 100 años y que se ha fortalecido en los últimos años gracias a su gran demanda.

Apoyándose en el agroturismo, la RQT consiste en un recorrido que se realiza a través de fincas ganaderas y queseras locales, permitiendo conocer y apreciar de forma organizada la agroindustria del queso, su proceso productivo y la cultura asociada a esta actividad. Configurándose además, como una actividad complementaria a las actividades agropecuarias realizadas por los pequeños productores. Se trata de un recorrido que posee un alto atractivo turístico, rodeado por abundante naturaleza y atractivos como el Volcán Turrialba y el Monumento Nacional Guayabo.

Ahora, el paisaje del Monumento Nacional Guayabo (MNG) cuenta con elementos arqueológicos y arquitectónicos que favorecen su belleza escénica y significancia cultural. El MNG se ubica a 18 km de la ciudad de Turrialba. En 1973 le fue otorgada esta categoría de protección con el objetivo de conservar uno de los sitios arqueológicos y culturales más importantes del país y en el 2009 fue declarado Patrimonio Mundial de la Ingeniería (Tenorio, 2007). A grandes rasgos, el paisaje que ofrece Guayabo está conformado por estructuras arqueológicas que estuvieron habitadas entre los años 1000 a. C. y 1400 d. C. (Tenorio, 2007), las cuales potencian un importante turismo cultural en la zona.

La gestión del monumento es un trabajo conjunto entre diversas instituciones estatales y las comunidades aledañas, las cuales aportan al paisaje elementos de corte agrícola y pecuario. Además, las personas de estas comunidades trabajan en conjunto con el MNG y se benefician del turismo, por medio del encadenamiento de actividades – alimentación, hospedaje, artesanías – y con la conformación de una red de guías turísticos locales (Sistema Nacional de Áreas de Conservación, 2008). Asimismo, el MNG se ve beneficiado ya que las organizaciones ambientalistas que también existen en las comunidades, trabajan en colaboración con los objetivos del área silvestre protegida (Sistema Nacional de Áreas de Conservación, 2008) y así, el paisaje, en su totalidad, es vinculado en la percepción del territorio de una manera en la que las comunidades asimilan el monumento y el paisaje y los incluyen en la vida cotidiana como características del territorio que son necesarias conservar y, al mismo tiempo, los turistas obtienen una visión más integral del paisaje ya que aprenden no solo sobre el monumento, sino sobre todas las dinámicas locales alrededor de este.

Finalmente, las problemáticas que afectan al MNG se relacionan principalmente con características biológicas, climáticas y edáficas del sitio. El manejo del área protegida presenta brechas de tipo administrativo en cuanto a la delimitación, el presupuesto y las instalaciones, lo cual dificulta una gestión más integral y efectiva del paisaje en su conjunto (Sistema Nacional de Áreas de Conservación, 2008).

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Discusión

Ambos casos plantean similitudes y retos frente a la valoración del patrimonio. Algunos de estos resultan específicos para cada paisaje y otros resultan compartidos. En ambos, se evidencia un esquema dinámico, al ser territorios con una cultura viva y en permanente construcción y cambio.

Para el PCCC, se evidencia la necesidad de fortalecer el sentido de pertenencia y la cohesión social alrededor de este paisaje, más allá de los municipios que lo hacen parte, bajo una dimensión país. En ese sentido se requiere que el PCCC, se convierta en determinante de mayor jerarquía en el ordenamiento del territorio, con capacidad de incidir en la toma de decisiones y planeación de actividades productivas. En contraste, el PCT cuenta con una identidad consolidada, que está respaldada por una serie de políticas que facilitan la protección de la biodiversidad y al mismo tiempo la gestión sostenible del paisaje.

Al respecto, se requiere trabajar en la gestión del PCCC desde varias dimensiones:

  • Institucionalidad: relacionado con la protección del bien y una organización institucional basada en la alianza entre el gobierno nacional, el sector privado y la academia.
  • Normativa: enfocado a las reglas en el ordenamiento del territorio y la incidencia del PCCC en la planeación sectorial y toma de decisiones.
  • Medidas de Manejo en el territorio: orientado a la implementación de Planes Especiales de Manejo y Protección de los Bienes de Interés Cultural, que consideran: (i) Lograr una caficultura joven, productiva y rentable que mantenga viva la tradición; (ii) Infraestructura de transporte, comunicaciones y servicios públicos; (iv) Mejorar prácticas de producción que ayuden a la sostenibilidad de la actividad; (v) Mejorar los procesos educativos y de capacitación en la comunidad cafetera; (vi) Planes de seguimiento y monitoreo.
  • Esquemas alternativos alrededor de la cultura cafetera: incentivar el desarrollo de proyectos productivos y turísticos que generen valor adicional a los habitantes rurales.

En cuanto al caso costarricense, definitivamente es necesario trabajar en los siguientes ejes:

  • Institucionalidad: a pesar de que ya existe un marco institucional organizado que respalda los paisajes culturales – turísticos del país, es necesario trabajar en su fortalecimiento para que funcionen como un apoyo más robusto a las comunidades en el proceso de consolidación de los paisajes culturales.
  • Fortalecimiento de las capacidades locales: como parte de la Gestión Integral del Paisaje es necesario reducir la dependencia de las instituciones gubernamentales, especialmente del Instituto Costarricense de Turismo (ICT). Si bien, estas instituciones pueden funcionar como un apoyo, no deben ser las que sostienen estos paisajes. Es fundamental empoderar a las comunidades para que ellas gestionen sus propios recursos y, de esta manera, propiciar que estas iniciativas logren ser sostenibles en el tiempo y generen beneficios a las localidades.

Conclusiones y recomendaciones

  • El paisaje cultural, como un conjunto de obras que combinan el trabajo del ser humano y la naturaleza, es un recurso natural escaso, valioso y con demanda creciente, fácilmente despreciable y difícilmente renovable en el espacio – tiempo.
  • El PCCC es un ejemplo de construcción del tejido social alrededor de un producto agrícola, que permite la creación de proyectos y políticas alrededor de temas tan importantes como la conservación de la biodiversidad, el fortalecimiento de la producción sostenible de alimentos de la agricultura familiar, la soberanía alimentaria, la participación ciudadana y el rescate de las tradiciones y la cultura del café.
  • En el PCCC, se encuentra que no se ha hecho una valoración contundente de los paisajes culturales y el patrimonio existente, lo cual reduce la capacidad de seguimiento y protección del patrimonio.
  • Para Costa Rica, el caso del PCT se configura, no solo como la expresión de la relación ser humano – naturaleza, sino también como una amplia oportunidad de desarrollo local.
  • Se considera que la gestión del paisaje cultural, al menos para Turrialba, se realiza de una manera dinámica, completa e integral donde se aprovechan los recursos arqueológicos y los recursos agropecuarios como estrategias para crear una oferta de turismo completa y diversificada. Sin embargo, aún es necesario fortalecer las capacidades locales y estrategias que permitan consolidar la actividad turística en la zona.
  • Estos dos paisajes culturales analizados cuentan con un valor universal excepcional y de su representatividad en términos de una región geocultural claramente definida y, en consecuencia, por su capacidad para ilustrar los elementos culturales esenciales y distintivos de dichas regiones.
  • Un buen Plan de Manejo de los paisajes culturales convoca a una reflexión profunda acerca de las características delimitantes, dinámicas y evolutivas del territorio, pero sobre todo a la búsqueda permanente y creativa de perspectivas sociales de participación de las comunidades contenidas en ellos, para que se logren procesos crecientes de apropiación, que garanticen su gestión eficaz y sostenible.

Autores: Jhoely Mora Madrigal. Geógrafa. Costa Rica: jmmadrigal26@gmail.com;   Angélica Madrigal Brenes; Geógrafa. Costa Rica: angelymadrigal@gmail.com; Dora Moncada Rasmussen. Bióloga, Especialista en Manejo integrado del Medio Ambiente. Colombia. Doritam_r@hotmail.com.  Este artículo fue redactado por el autor como parte del curso de posgrado “Análisis del Paisaje: Herramienta de Gestión, Ordenación y Planificación Territorial”, organizado por Fondo Verde (http://goo.gl/Iwfels) y dirigido por el profesor Dr. Gonzalo de la Fuente de Val.

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Jose Taboada

Licenciado en Geografía, Postgrado en Ordenación y Desarrollo Territorial (USC) y Master de Sostenibilidad y Responsabilidad Social Corporativa (USC).

Un comentario

  1. Para el caso de Turrialba, con el cual estoy familiarizado, me parece que no se menciona la diversidad en las actiividades de orden general en que participa la comunidad turrialbeña, que para las instancias del artículo debe favorecerla: cultivo e industrialización de la caña de azucar; actividad cafetera igualmente longeva; más recientemente cultivo para exportación y consumo local de plantas ornamentales y en menor proporción de flores; cultivo de cacao, bambú así como actividades de orden agroforestal enriquecen indirectamente otras actividades industriales y artesanales; por su condición orográfica también se constituye recientemente como zona productura de energías limpias ( hidroeléctricas); por la riqueza en biodiversidad de la zona, la convirtió desde hace más de seis décadas, sitio ideal para la instauración de un centro mundial de investigación y educación como lo es CATIE ( Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza).
    El paisaje, el turismo, la actividad quesera, los monumentos arqueológicos más lo que he mencionado como riquezas de esta zona de la provincia de Cartago, me parece valen la pena destacar como atributos naturales y socioculturales que contribuyen con el desarrollo económico y medioambiental de nuestras comunidades latinoamericanas.

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