Reciclaje de Espacios Urbanos en la ciudad de Quito

Debido a las necesidades de expansión urbana, en el año 2013, el Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre (AIMS), fue trasladado a la periferia de la ciudad de Quito, dejando disponible un terreno de aproximadamente 130 hectáreas de superficie, para uso público.

Pese a los intereses de los sectores comercial e inmobiliario, el Municipio de Quito, tras largos debates y discusiones, toma la decisión de destinar este espacio a formar parte de la infraestructura urbana común, rehabilitándolo de manera progresiva bajo el nombre de Parque Bicentenario de Quito (PBQ).

Fotografía: Parque Bicentenario de Quito. Autor: D. Serrano.

El criterio fundamental para el diseño del proyecto del PBQ, fue el de promover la recuperación de las características previas a la existencia de los asentamientos urbanos de esa zona, a través de la regeneración de “elementos naturales como humedales, bosques endémicos, huertos, lagos, praderas” (Unidad de Espacio Público- Quito).

Otro de los aspectos clave del proyecto es que contribuye a solucionar  los problemas de conectividad de la zona norte de la ciudad. También tiene la función de proveer a Quito con necesaria infraestructura urbana como un Centro de Convenciones, un circo social y otros equipamientos destinados para promover el arte, educación y cultura.

Así, este proyecto no se basa solamente en la construcción de un parque en el terreno ocupado anteriormente por un aeropuerto, sino que, constituye uno de los proyectos de recuperación de espacios urbanos más importante del país, ya que es quizá, la obra piloto para convertir a Quito en una “ciudad del Siglo XXI: compacta y poli-céntrica, física y socialmente diversa, funcional y ambientalmente sustentable”, como se plantea en el Plan de Ordenamiento Territorial de Quito 2012 – 2022.

 Rehabilitación del paisaje previo a la urbe

La idea planteada es la de generar fundamentalmente tres paisajes, que responden a los pisos ecológicos de la ciudad de Quito. La zona de bosque nublado, estepa y agricultura urbana. En medio de ellas se encuentra una zona mixta que articula las dos anteriores, de acuerdo a la información provista por el Administrador del Parque Bicentenario.

Figura: Implantación año 2030. Unidad de Espacio Público.

De esta manera, se entremezclarían paisajes contrastantes, que convierten a la zona en “un ecosistema, un laboratorio de regeneración ambiental y componente del sistema de áreas verdes y parques de la ciudad”. (Unidad de espacio público del Distrito Metropolitano de Quito).

 El parque y sus hábitats

Quito se beneficia de una “rica variedad de zonas ecológicas y micro Climas”. En los tres cuartos del parque hacia el sur, se conforma por “zonas boscosas de diferente densidad que corresponden a diferentes pisos ecológicos. Además, se generan espacios menos densos como “praderas de considerable proporción y cuerpos de agua de distinta índole como humedales, reservorios y espejos de agua, algunos de los cuales tienen carácter lúdico y facilitan el contacto con ella”. (UEP-Quito) Adicionalmente, por medio de movimientos topográficos “controlados”, se da cabida a la generación de hábitats más específicos como quebradas y pequeñas lomas o colinas.

De esta manera, el parque se convierte también en una suerte de aula educativa viviente para quiteños y visitantes, en donde se recrea un paisaje que muchos nunca logramos avizorar debido a la construcción del aeropuerto.

Proyecto sustentable: una realidad con cara oculta

El éxito de este complejo proyecto no radica solamente en el tratamiento del paisaje, sino en la correcta implementación del diseño, operación, mantenimiento, pero  fundamentalmente considerar la ineludible realidad de la existencia de toda una infraestructura aeroportuaria en desuso y en función de ello hacer una remoción responsable.

Fotografía: Parque Bicentenario de Quito. Autor: D.Serrano.

La infraestructura aeroportuaria se traduce en un importante volumen de material de desechos y escombro, provenientes de la pista de aterrizaje de 110 has, el terminal aéreo, hangares de aviones, plataformas, y demás instalaciones.

En consecuencia, la construcción del parque y desmonte de toda esta infraestructura también representa enormes pasivos ambientales para la ciudad.

El terreno de un ex aeropuerto supone un suelo y aguas contaminadas por combustibles, aceites, y demás sustancias utilizadas durante su operación.  A demás, las edificaciones del AIMS fueron construidas con asbesto cemento, material que hoy se conoce es nocivo para la salud, mismo que, al momento de desmontarse debe ser adecuadamente manejado para no causar afecciones a la salud.

Estos trabajos de remoción de la infraestructura existente en el antiguo Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre de Quito, deben ser cuidadosamente ejecutados, en base a planes de gestión de residuos de escombro, chatarra, residuos voluminosos, madera, vidrio, con especial atención al manejo integral de desechos peligrosos, sustancias tóxicas (asbesto, combustibles, lámparas fluorescentes, etc.), así como la remediación de los suelos contaminados, las actividades de desmonte de infraestructura, demolición, derrocamiento, traslado y almacenamiento de escombros.

La interrogante que surge en la ciudadanía quiteña es, si es que verdaderamente hay voluntad política para destinar recursos económicos para la implementación adecuada del proyecto. La legislación es clara y la gestión de residuos es ineludible, sin embargo, la pregunta es si la remediación de los suelos contaminados está en los planes del proyecto.

Actualmente en el Distrito Metropolitano de Quito existe una carencia de espacio destinado para escombreras, que en muchas ocasiones genera el problema de los depósitos improvisados, donde van volquetas, camiones, camionetas y depositan sus materiales de desecho de la construcción.

Este problema se debe en primera instancia a que hay saturación en las escombreras gestionadas, mientras la Empresa Metropolitana de Gestión de Residuos Sólidos, entidad encargada del manejo de las escombreras de la ciudad, busca espacios con condiciones sociales, bióticas, físicas, topográficas, etc.,  adecuadas para la habilitación de nuevos espacios. De no prever todas estas actividades, simplemente se estaría rehabilitando, vivificando, transformando, una parte de la ciudad, para deteriorar otros paisajes, otros espacios.

Autora: Daniela Serrano     danidel80@gmail.com

(*) Este artículo fue redactado por el autor como parte del curso de posgrado “Análisis del Paisaje: Herramienta de Gestión, Ordenación y Planificación Territorial”, organizado por Fondo Verde y dirigido por el profesor Dr. Gonzalo de la Fuente de Val.

Bibliografía

EPA, 2017, “Brownfields Program”, https://goo.gl/4pUlq7 [consulta: 05 Marzo 2017]

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Jose Taboada

Licenciado en Geografía, Postgrado en Ordenación y Desarrollo Territorial (USC) y Master de Sostenibilidad y Responsabilidad Social Corporativa (USC).

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