No sólo usar el Agua, el reto es cuidarla

Sé el cambio que quieres ver en el mundo”. Ghandi

 ¿Nuestra querida Agua?

El Agua es uno de los elementos fundamentales para la existencia del ser humano, de las plantas y los animales. Eso lo sabemos todos, sin embargo, se olvida su importancia y no la valoramos. En el planeta, menos del 3% de toda el Agua es dulce y cada vez es más escasa. Al menos mil millones de personas sufren de estrés hídrico. Los grados de contaminación también son alarmantes. Un dato cercano, dos y medio millones de habitantes de más de 100 ciudades bolivianas y peruanas, descargan sus efluentes de aguas residuales en la cuenca del Titicaca, el lago Sagrado, y lo más interesante, esa población se distribuye equilibradamente entre ambos países.

 Nuestra forma de vivir

La forma en que vivimos, corresponde a una serie de creencias, supuestos y costumbres que se van moldeando desde la gestación. Vivimos de acuerdo a paradigmas propios. Para el científico brasilero José De Souza Silva, existen tres visiones de mundo que rigen el desarrollo de la humanidad, la visión mecánica, mercadológica y holística del mundo. En este sentido, si como afirman los ecologistas, la forma de vivir de los seres humanos es la principal causa del estado crítico del Agua, y esto significa que el problema está en las visiones de mundo que predominan, vale la pena repasar en qué consiste cada una de ellas.

En la visión mecánica, que nace en la revolución industrial, el mundo es una máquina y se valora la productividad y eficiencia. Todo es recurso a ser procesado y debe generar resultados. Para la visión mercadológica, que nació en el siglo XX, el mundo es un mercado y los valores centrales son la competitividad y el beneficio, todo es mercancía y en su forma de capital debe generar retornos. En ambas visiones, el Agua es un recurso para explotar o una mercancía para lucrar, carece de vida y está destinada a servir al ser humano y saciar sus deseos ilimitados. Estas visiones antropocéntricas del mundo corresponden al ideal donde el tener es más importante que el ser. Por último, la visión holística del mundo, emerge del cuestionamiento al crecimiento económico basado en la sobreexplotación de los recursos naturales y considera que lo más importante es la sociedad, el medio ambiente y la cultura; el desarrollo es precisamente la armonía de los tres factores. Sus valores no son la eficiencia o competitividad, son la solidaridad y sostenibilidad. Como es lógico, el Agua es fuente vida y la naturaleza debe ser preservada porque es la base de la existencia.

Consiguientemente, incidir en esta crítica situación requiere un Cambio de Paradigma, de la percepción del mundo, la Naturaleza y el Agua. Este proceso, sin duda, ha sido abierto en el actual gobierno, introduciendo conceptos ancestrales distantes de la mirada mecánica o mercadológica, bajo el denominado proceso de cambio o Vivir Bien, sin embargo, prevalecen aun los conceptos y filosofía y falta un largo camino por recorrer para plasmarlos en la realidad como acciones concretas.

La cosmovisión indoamericana encuentra puntos en común con el paradigma holístico o ecocéntrico propuesto por connotados pensadores de la nueva ciencia. Aquí se parte de la premisa de que todo en la naturaleza tiene vida y todo está interconectado, agregando además, que el Agua y la Tierra no son recursos, sino más bien dones sagrados. En la Constitución Política del Estado se hace referencia al Derecho Humano al Agua y en la Ley de la Madre Tierra a los derechos de la Tierra y el Agua.

De esta manera se transciende del concepto de Agua-recurso (utilidad para el ser humano) a Agua-viva, con sus propias necesidades. La introducción de los Derechos del Agua se puede reconocer como un concepto altamente ancestral e indígena, que se basa en el principio de reciprocidad: dar (cuidado del Agua) y al mismo tiempo, recibir (uso del Agua). Se necesitan ambas acciones para hablar de sostenibilidad y satisfacción consciente de necesidades básicas de las actuales y futuras generaciones.

Se puede concluir que el desafío que tenemos al frente es internalizar la cultura del cuidado, pero no caer en la tentación de enfocar el cambio apenas en el escenario normativo. Las leyes cuentan e importan, pero si no se cambia el modo de pensar y sentir, aun existiendo normas innovadoras y altamente ecológicas, no habrá cambiado nada. Ese es el desafío de la verdadera sostenibilidad y la pregunta que deberíamos formularnos es ¿Cómo podemos asumir una nueva visión y nuevos hábitos que cuiden el Agua y hagan sostenible su uso?

 El concepto de Agua como ser vivo ha sido puesto en el debate científico por el Dr. Masaru Emoto, quien apelando a las ciencias culturales demostró que la cristalización del Agua toma formas relacionadas con los estímulos a los que se la somete, sea por escrito, mensaje de voz, o incluso pensamientos. El concluye que si el Agua es capaz de percibir la energía de estímulos externos, es por que vive.

¿Cómo afecta el modo de vida personal a la salud del Agua?

Según el Banco Mundial, el consumo de Agua crece al doble de la tasa poblacional siendo que el 91% del Agua dulce se utiliza para la agricultura y la ganadería. En Bolivia, la agroindustria se basa en monocultivos, lo que incrementa su vulnerabilidad frente a plagas y hace imprescindible el uso de agroquímicos que dañan la salud humana, contaminan la Tierra y las aguas subterráneas. La cualidad fértil de los suelos, por este efecto, se pierde al cabo de pocos años y se debe deforestan bosques primarios amazónicos para ampliar la frontera agrícola. El mejoramiento de la productividad vía incentivos fiscales para reducir riesgos, asistencia técnica para un inteligente manejo y recuperación de suelos degradados, implementación de mecanización en el campo, fertilización, etc. no están aún en la agenda de soluciones.

Según la FAO, en el auge económico de los últimos diez años en Bolivia, la población ha incrementado el consumo de carne, lo que repercute en el agravamiento de la deforestación y la emisión de gases de efecto invernadero por la ganadería. En contraste, el consumo de papás, oca, chuño y verduras ha caído a la mitad y de frutas una reducción del 31%. El consumo de carne se ha duplicado, el pollo se consume siete veces más y el arroz, trigo y cebada ha triplicado su producción.

No podemos culpar a los agricultores de esta situación, ya que su oferta responde a la demanda creciente de un modo de vida consumista y poco sensible a los efectos en el medioambiente. Pero sí a los consumidores y es un imperativo ético señalarlo; tenemos la mayor responsabilidad en esta temática. Es nuestra demanda la que potencia el circuito de degradación de la Tierra y el Agua, siendo importante considerar que los bienes y servicios que consumimos utilizan un volumen importante de Agua dulce en sus procesos industriales. Para el caso de Bolivia, el consumo de Agua para la subsistencia, aseo y recreación en promedio es de 150 litros/día/persona, pero según el concepto de huella hídrica, se puede llegar a una media de 3.500 litros/día/persona, muy por encima de países desarrollados, precisamente debido a la incidencia de la carne en la dieta de los y las bolivianas.

Por otra parte, se observa que esta situación crítica global del Agua empuja a las instituciones encargadas del tema a dirigir su preocupación casi sin excepción, hacia la reducción del uso diario del Agua y la utilización de artefactos de bajo consumo. El esfuerzo por establecer una nueva cultura del Agua se focaliza en la eficiencia, atacando el derroche y algunas prácticas contaminantes. Con mucho esfuerzo, los expertos afirman que se podrían reducir de 150 a 100 litros/persona/día. Pero, ¿este indicador resolvería la escasez inminente y contaminación creciente del Agua en el mediano y largo plazo?

Si comparamos los 150 litros del grifo y botellas que consumimos con los 3.500 litros calculados por la huella hídrica, colegiremos que nada de lo que se viene proponiendo y haciendo tendrá impacto en la situación actual del problema. En efecto, podría ser más relevante trabajar en las causas de fondo y contrarrestar con acciones que emerjan de una reflexión personal profunda que nos conduzca a revisar, rechazar, reducir:

  • Lo que comemos: especialmente carne y productos de monocultivos agrícolas que utilizan agroquímicos y muchísima Agua.
  • Lo que compramos: especialmente si son productos que vienen de lejos, como plásticos, aparatos electrónicos, productos chatarra, etc. Pensar en las cantidades que compramos, seguramente ayudará mucho en la reflexión/acción necesarias.
  • Lo que botamos: el plástico tarda 300 años en descomponerse, el vidrio 4.000 años, un pañal desechable, 450 años y el material sintético dura para siempre. Estos desechos llegan a los rellenos sanitarios y terminan contaminando las aguas subterráneas.
  • Lo que contaminamos: es momento de insistir en la instalación o reacondicionamiento de plantas de tratamiento de aguas residuales. Se sabe que de las pocas que existen, el 80%, o funciona mal o definitivamente está fuera de uso. Sistemas descentralizados más eficientes existen en el mercado a precios razonables y las opciones ecológicas, como baños secos o cámaras de evapotranspiración pueden ser muy importantes en la hora presente.
  • Lo que utilizamos: en el sentido de elevar la consciencia para tratar al Agua con respeto, cuidado, amor y mucha creatividad. Existen muchas prácticas simples que pueden ser imitadas

 Algunos datos sobre huella hídrica o huella de Agua

·  1 kilo de carne de res = 15.000 lts de agua

·  1 kilo de carne de pollo = 3.900 lts de agua

·  1 tasa de café= 140 lts. de agua

·  1 kilo de queso=2.500 lts. de agua

·  1 kilo de papel=5.000 lts. de agua

·  1 Kilo de chocolate=2.400 lts. de agua

Yo soy responsable… quiero cambiar… ¿cuándo?

El inmenso esfuerzo que se hace en implementar reformas institucionales a nivel mundial, hace pensar que no es posible cambiar a nadie más que a uno mismo, y este hecho ya es bastante complicado. En efecto, nos incomoda salir de la zona de confort y nos sentimos cómodos con los hábitos que hemos adquirido. ¡Todos queremos que la situación del Agua mejore! Sin embargo, cuando toca cambiar hábitos personales, no siempre sentimos el impulso necesario.

Pero, siguiendo lo que afirman los expertos, el 90% de los procesos de cambio se focalizan en formas organizacionales, estructuras, sistemas y normas. Apenas el 10% hace énfasis en modificar percepciones, visiones de mundo, principios y valores de las personas. Sólo los cambios en la mente y corazón de la gente generan nuevos patrones y hábitos de vida que pueden ser coherentes con el cuidado y sostenibilidad del Agua y la Madre Tierra.

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Si podríamos asumir, aceptar y creer que el Agua es un ser vivo, ¿sería posible dañarla?

No es suficiente informarnos. La información entra por la mente, sin embargo la conciencia existe en un nivel más profundo, en el nivel de valores y visión del mundo. Para realizar cambios allí, se necesita “despertar”, trabajar el desarrollo personal y el autoconocimiento, la relación con uno mismo, con la Naturaleza, abrir el corazón, desarrollar la espiritualidad. Se necesita internalizar una mirada integradora y holística del mundo. Es una decisión personal, una oportunidad que tenemos a cada momento.

Se puede dedicar la vida entera a campañas y mensajes para convencer a otras personas que cambien, pero el trabajo verdadero es aquí y ahora, para cada uno. ¿Qué decides? ¿Qué consumes? ¿Qué comes?  Sólo si yo cambio, todo cambiará. Si yo no cambio, nada cambiará. El poder del cambio está lo que decidimos comprar, comer, botar, etc. Si yo cambio, otros podrán seguirme. Es la inspiración que nace del ejemplo. Cada uno tiene que cambiarse a sí mismo.

Autores: Hilvert Timmer, Gonzalo Mariaca y Karina Mariaca
Quinta Conciencia-Samaipata

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Jose Taboada

Licenciado en Geografía, Postgrado en Ordenación y Desarrollo Territorial (USC) y Master de Sostenibilidad y Responsabilidad Social Corporativa (USC).

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