Un proyecto de Detroit propone demoler para repoblar

La ciudad estadounidense está derribando 200 casas a la semana, como parte de un controvertido plan que busca atraer a inversores a la ciudad, pero los críticos dicen que va a expulsar a los residentes negros. El objetivo del proyecto es demoler 40 mil viviendas.

La ciudad de Detroit arrancó un proceso de demolición sistemática de sus edificios más decaídos, con la intención de erradicar 40 mil edificios y viviendas deterioradas en los próximos 5 años. Las demoliciones están ocurriendo a un ritmo de 200 por semana, y cada una cuesta 15 mil dólares. El programa cuenta con poco menos de mil millones de dólares para gastar.

Ninguna otra ciudad de Estados Unidos ha intentado alguna vez una operación de tal envergadura. Para Detroit está en juego su recuperación financiera – a pesar de que se estima que solo se crearán 430 puestos de trabajo en los próximos cinco años. Con esta operación de tabula rasa se liberarán tierras para nuevos edificios y las autoridades de la ciudad enviarán, teóricamente, una señal de bienvenida a potenciales inversores y nuevos residentes de una estirpe más rica -e inevitablemente más blanca.

La huída de la clase media blanca a los suburbios, que se aceleró después de los disturbios raciales de 1967, ha sido un factor importante en los cambios demográficos que ocurrieron en la ciudad en las últimas seis décadas, como así como su empobrecida base fiscal. Detroit pasó de poseer una población mayoritariamente blanca y de ser símbolo de la próspera clase media de Estados Unidos, con una población de 1,8 millones a finales de 1950, a tener un 82% de población negra en la actualidad, con un ingreso medio por hogar rayando la línea de pobreza, con una población de 700.000 personas.

Peter Hammer, profesor de derecho en la Universidad Estatal de Wayne, donde también dirige el Centro de Keith J Damon para los Derechos Civiles, es escéptico respecto del éxito de la iniciativa. Él llama a los esfuerzos anti-decaimiento urbano, «una visión miope centrada en destruir edificios». «Desearía que los funcionarios municipales se preocuparan por el racismo con la misma intensidad maníaca como lo hacen por la calidad de las construcciones», afirma.

De hecho, los críticos afirman que el proyecto busca resolver los efectos de la crisis sin detenerse en sus causas estructurales, y que además fue diseñado por burócratas en vez de residentes. Si se hiciera una consulta popular, ¿los ciudadanos votarían por asignar ese dinero a la demolición en vez de enfrentar otras prioridades más urgentes, como ser el servicio de agua? «El racismo es lo que nos metió en este lío; si embargo, no hay nada en este proyecto de demolición que se ocupe de cuestiones de raza, segregación, discriminación o de la huída de la clase blanca, que es la causa principal de los problemas de abandono de edificios en Detroit», dice Hammer.

George Galster, un distinguido profesor en el departamento de estudios urbanos y planificación de la Universidad Estatal de Wayne, estima que la operación de eliminar las estructuras derruidas es como «poner una curita en una herida», y se lamenta de la poca atención que se le da a las causas de base de la crisis, como ser un mercado inmobiliario desregulado en el región más amplia de Michigan, el cual ha sido responsable de construir un excedente de 10.000 casas por año desde la década de 1950, lo cual constribuyó a expulsar a la gente de Detroit hacia los suburbios.

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Fuente: http://arq.clarin.com

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Jose Taboada

Licenciado en Geografía, Postgrado en Ordenación y Desarrollo Territorial (USC) y Master de Sostenibilidad y Responsabilidad Social Corporativa (USC).

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